El Mowag de Allamand
Patricio Araya
Tras la última encuesta CEP (julio-agosto
2012), donde figuran algunos ministros como presidenciables 2013, hay quienes esperan
que el Presidente Sebastián Piñera los saque lo antes posible de su gabinete, ello
debido a que estos funcionarios públicos estarían utilizando sus cargos como
plataforma política.
En esta afirmación bien podría
haber una doble verdad. Por un lado, aunque el Presidente de la República siempre
tiene la facultad de hacer los cambios en su gabinete, las presiones políticas
suelen surtir efectos en casos como este; y por otro, la figuración alcanzada
por los ministros Golborne, Allamand y Longueira, aunque se explica por su sola
condición de servidores públicos, también genera sospechas de estar
aprovechando sus carteras para proyecciones personales.
Esto no es malo ni bueno; tampoco
es nuevo. Es no más. Todos los que han tenido la oportunidad la han
aprovechado. El ministro de Obras Públicas Laurence Golborne, es un buen
ejemplo. Cuando en agosto de 2010 ocurrió el derrumbe en la mina San José, los
chilenos apenas sabían pronunciar el nombre y el apellido del entonces ministro
de Minería, que a contar de ese momento comenzó a aparecer a diario en todos
los medios de comunicación. Todo lo que vino después es conocido. Golborne
aprovechó al máximo la exposición mediática. Y el negocio le ha dado resultados
positivos: es el segundo en la carrera presidencial, tras Michelle Bachelet.
Y en eso el titular del MOP es bastante
inteligente. Por un lado, se desentiende de ciertos errores ministeriales –como
la cesión de derechos de agua en favor de una subsidiaria de Colbún en
Putaendo, que perjudica los regantes de la zona–, y por otro, independiente de
su origen trágico, capitaliza la operación de rescate de los 33 mineros, en
tanto ésta posee esa épica que condimenta los liderazgos sociales: exitismo y
llanto abundante. El electorado se conmueve por ese tipo de acontecimientos. El
pueblo siempre necesitará de héroes. Y si éstos no nacen en el campo de
batalla, la televisión los maquilará con la misma épica del Espartaco de Kirk
Douglas.
Quien de seguro se encuentra
empoderado de esta idea, es el ministro de Defensa Andrés Allamand. El ex
senador RN sabe que para llegar a competir con Bachelet –o con el candidato que
represente a la Concertación en la presidencial de 2013–, primero tiene que
derrotar a su colega de gabinete, para lo cual necesita algo más que una
historia política. Si con ello bastara, él mismo ya le habría pedido su baja al
Presidente.
La política actual se ha
transformado en una actividad más propia del mercado que de lo público, en
consecuencia, los políticos no buscan convencer a sus electores con grandes
proyectos ni ideas, ellos apuestan más a la persuasión, al encantamiento.
Vivimos en una sociedad visual. Un ejemplo es la eclosión de Michelle Bachelet en
la escena pública, la que no tiene que ver con la instalación de un discurso
suyo que se recuerde; por el contrario, ella irrumpe en los medios de
comunicación montada en un tanque militar.
La imagen de la entonces ministra
de Defensa, recorriendo las calles de la capital durante los temporales sobre
un Mowag del Ejército, impactó a la ciudadanía. A contar de ese minuto, la
ministra no tuvo más que esperar que su jefe, el Presidente Ricardo Lagos, la
dejara en libertad de acción para enfilar hacia La Moneda.
Golborne está tranquilo, él ya
tiene su Mowag. La tragedia de los 33 mineros lo catapultó como “figura
política” sin serlo, e independiente de sus desaciertos administrativos, como
el mencionado en Putaendo. Por su parte, Andrés Allamand es un político con
historia; desde su juventud ha participado en política, ha sido parlamentario,
y aunque hoy es ministro de una cartera estratégica, se las ingenia para aparecer
en la prensa mucho más que sus antecesores. No obstante, aún no logra superar
la popularidad del ministro de Obras Públicas. ¿Acaso Allamand necesita su
Mowag para dispararse en las encuestas, tal como lo hizo Bachelet?
Al parecer, una desgracia se está
transformando en el Mowag de Allamand. Este domingo 2 de septiembre se cumple
un año del accidente aéreo que le costó la vida a 21 personas en las costas de
Juan Fernández. Con o sin intensión, el ministro de Defensa ha propiciado un viaje
al dolor. Una travesía
innecesaria, pero mediática, en la que él se involucra a título personal como
cuñado de una de las víctimas, y como ministro de Defensa, y lo hace a bordo de
un buque de la Armada, el Sargento Aldea, en el que también viajan familiares
de los fallecidos.
Cabe preguntarse si Andrés
Allamand necesita este Mowag con forma de buque de guerra para entrar en el
corazón de los votantes, y persuadirlos con el dramatismo de una tragedia; y
también preguntarse si a su regreso Piñera lo dejará partir, o dependiendo de
los resultados del viaje, tal vez espere la Parada Militar para que agarre un
poco más de pantalla a bordo de un jeep en el Parque O’Higgins. Lo cierto es
que la permanencia de los ministros-candidatos está hartando a mucha gente,
incluso al diputado ex RN Gaspar Rivas, quien llama a “parar la chacota” exigiendo la
renuncia de Allamand y Golborne.