viernes, 31 de agosto de 2012


Raquel atrapa los millones

Patricio Araya

La decisión de los ejecutivos de TVN de pagarle 250 millones de pesos a Raquel Argandoña, para que ésta les cuente su vida privada a los televidentes, en realidad, no debería generar ni la más mínima polémica, ni mucho menos, sorprender a alguien. Es más, dicha determinación debe ser analizada y entendida en el marco de la lógica mercantilista que guía los destinos de la red estatal, donde en no pocas ocasiones, los auspiciadores acaban tomando decisiones editoriales. En buen chileno, el que pone la plata, pone la música.

Tras conocerse la noticia de que la ex lectora de “60 Minutos”, ya había comenzado las grabaciones de su reality show, en las redes sociales se desató una serie de comentarios adversos. El denominador común de todos ellos, es el cuestionamiento moral que se hace de ella misma y de la situación en general, motivado por dos aspectos fundamentales.

Primero, la calidad humana de una persona como Argandoña, quien por el solo hecho de haber sido un rostro emblemático de la dictadura –con toda la carga negativa que ello implica–, a estas alturas del proceso de restauración democrática del país, ya no debería ser propuesta por la televisión como modelo de nada positivo a emular; segundo, la abultada suma de dinero que recibirá, en especial, cuando han pasado pocos días de una estéril discusión en torno al salario mínimo –el que aún no logra superar la barrera de los 200 mil pesos–, genera una odiosidad evitable.

Más allá de las consideraciones morales de tan millonario contrato, lo que preocupa es la prontitud y simpleza con que TVN zanjó el incidente protagonizado hace un par de semanas por su “figura” con la periodista Daniela Aliste, a quien agredió a golpes en el aeropuerto.

En respuesta al emplazamiento realizado por el presidente del Colegio de Periodistas, el director ejecutivo del canal público, Mauro Valdés, se limitó a responder que "TVN no defiende ni apoya ninguna actuación violenta y que, respecto de los planteamientos de la señora Argandoña vertidos en el programa (Buenos días a todos), el director de Programación de este canal, en reunión con ella, le manifestó la improcedencia de su accionar”.

Prontitud y simpleza para resolver una situación de extrema gravedad que asusta. En países civilizados esta agresión habría significado la desvinculación inmediata de la agresora y la reparación moral y material de la víctima. En Chile las cosas se resuelven de otra manera. Por un lado, se sumerge a la víctima en un mar oscuro para que desaparezca de la controversia, y luego, con la vedada amenaza de evitar buscarse más problemas, se la presiona para que no ejerza acciones legales; y por otro, se fortalece a la victimaria revitalizando su protagonismo avasallador, premiándola con una cantidad insultante de millones.

En medio de la polémica, por estos días, la propia “figura” de TVN le echó más leña a la hoguera, mostrándose en público ataviada con una piel de zorro, provocando la molestia de grupos defensores de la vida animal. Su respuesta –igual de descarada que la dada frente a la agresión a Daniela Aliste– fue que ella poseía esa piel hace más de treinta años, como si entonces la matanza de animales con fines estéticos no fuera igual de cruel que hoy. Es decir, la panelista de farándula carece del más mínimo sentido común. Para ella es normal agredir a una joven reportera y lucir una piel natural. Desde luego, no se hace problemas.

Tal es la fortaleza moral de una ex servidora de la dictadura. Pero, seamos “justos”. Ella no es la única. En Chile sobran ejemplos de personas similares, que van convencidas por la vida que actúan dentro de una normalidad aberrante, de una distorsión de la realidad, donde lo principal se vuelve accesorio, y lo accesorio cobra importancia relevante. Para personajes de este calado, la vida vale poco y nada, y el respeto y la dignidad de personas y animales tienen un peso demasiado liviano, fútil. Lo único significativo para ellas es el dinero. Arma letal que las avala para sentirse superiores e impunes. El directorio de TVN, al permitir poner en pantalla la intimidad de una persona que suscita tanta controversia pública, acaba de perder una gran oportunidad para dar un golpe de timón en materia de respeto a los derechos humanos.

En verdad, la vida particular de un rostro del pasado no debería importarle a nadie. Sin embargo, “el canal de todos los chilenos” transforma este accesorio prescindible en insumo necesario de entretención para seguir acrecentando “la cultura que todos queremos ver”, cuando en el fondo del asunto, lo que se está haciendo es elaborar un producto de dudosa calidad, un bodrio, cuyo destino es la pantalla de muchos chilenos que, por desgracia, son obligados a tragarse una televisión simplona, sólo orientada a la obnubilación disfrazada de entretención. Sólo falta que nuestra poco creativa televisión instale cámaras en Punta Peuco para que veamos el día a día de algunos reclusos.

La ex miss Fisa 1975 representa el paroxismo de un relato anacrónico que produce náuseas e insulta la más elemental inteligencia humana. Ojalá los ejecutivos de TVN pusieran un poco más de cuidado en la elaboración de sus contenidos, y precaver ciertos conflictos que en nada contribuyen a la buena convivencia de los chilenos. Eso, siempre y cuando, las leyes del mercado lo permitan.

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