Raquel atrapa
los millones
Patricio Araya
La decisión de los ejecutivos de
TVN de pagarle 250 millones de pesos a Raquel Argandoña, para que ésta les
cuente su vida privada a los televidentes, en realidad, no debería generar ni
la más mínima polémica, ni mucho menos, sorprender a alguien. Es más, dicha
determinación debe ser analizada y entendida en el marco de la lógica
mercantilista que guía los destinos de la red estatal, donde en no pocas
ocasiones, los auspiciadores acaban tomando decisiones editoriales. En buen chileno,
el que pone la plata, pone la música.
Tras conocerse la noticia de que
la ex lectora de “60 Minutos”, ya había comenzado las grabaciones de su reality show, en las redes sociales se
desató una serie de comentarios
adversos. El denominador común de todos ellos, es el cuestionamiento moral que
se hace de ella misma y de la situación en general, motivado por dos aspectos
fundamentales.
Primero, la calidad humana de una
persona como Argandoña, quien por el solo hecho de haber sido un rostro
emblemático de la dictadura –con toda la carga negativa que ello implica–, a
estas alturas del proceso de restauración democrática del país, ya no debería ser
propuesta por la televisión como modelo de nada positivo a emular; segundo, la
abultada suma de dinero que recibirá, en especial, cuando han pasado pocos días
de una estéril discusión en torno al salario mínimo –el que aún no logra
superar la barrera de los 200 mil pesos–, genera una odiosidad evitable.
Más allá de las consideraciones
morales de tan millonario contrato, lo que preocupa es la prontitud y simpleza
con que TVN zanjó el incidente protagonizado hace un par de semanas por su
“figura” con la periodista Daniela Aliste, a quien agredió a golpes en el
aeropuerto.
En respuesta al emplazamiento
realizado por el presidente del Colegio de Periodistas, el director ejecutivo
del canal público, Mauro Valdés, se limitó a responder
que "TVN no defiende ni apoya ninguna actuación violenta y
que, respecto de los planteamientos de la señora Argandoña vertidos en el
programa (Buenos días a todos), el director de Programación de este canal, en
reunión con ella, le manifestó la improcedencia de su accionar”.
Prontitud y simpleza
para resolver una situación de extrema gravedad que asusta. En países
civilizados esta agresión habría significado la desvinculación inmediata de la
agresora y la reparación moral y material de la víctima. En Chile las cosas se
resuelven de otra manera. Por un lado, se sumerge a la víctima en un mar oscuro
para que desaparezca de la controversia, y luego, con la vedada amenaza de evitar
buscarse más problemas, se la presiona para que no ejerza acciones legales; y
por otro, se fortalece a la victimaria revitalizando su protagonismo
avasallador, premiándola con una cantidad insultante de millones.
En medio de la
polémica, por estos días, la propia “figura” de TVN le echó más leña a la
hoguera, mostrándose en público ataviada con una piel de zorro, provocando la
molestia de grupos defensores de la vida animal. Su respuesta –igual de
descarada que la dada frente a la agresión a Daniela Aliste– fue que ella
poseía esa piel hace más de treinta años, como si entonces la matanza de
animales con fines estéticos no fuera igual de cruel que hoy. Es decir, la
panelista de farándula carece del más mínimo sentido común. Para ella es normal
agredir a una joven reportera y lucir una piel natural. Desde luego, no se hace
problemas.
Tal es la fortaleza
moral de una ex servidora de la dictadura. Pero, seamos “justos”. Ella no es la
única. En Chile sobran ejemplos de personas similares, que van convencidas por
la vida que actúan dentro de una normalidad aberrante, de una distorsión de la
realidad, donde lo principal se vuelve accesorio, y lo accesorio cobra
importancia relevante. Para personajes de este calado, la vida vale poco y
nada, y el respeto y la dignidad de personas y animales tienen un peso
demasiado liviano, fútil. Lo único significativo para ellas es el dinero. Arma
letal que las avala para sentirse superiores e impunes. El directorio de TVN,
al permitir poner en pantalla la intimidad de una persona que suscita tanta
controversia pública, acaba de perder una gran oportunidad para dar un golpe de
timón en materia de respeto a los derechos humanos.
En verdad, la vida particular
de un rostro del pasado no debería importarle a nadie. Sin embargo, “el canal
de todos los chilenos” transforma este accesorio prescindible en insumo necesario
de entretención para seguir acrecentando “la cultura que todos queremos ver”,
cuando en el fondo del asunto, lo que se está haciendo es elaborar un producto
de dudosa calidad, un bodrio, cuyo destino es la pantalla de muchos chilenos
que, por desgracia, son obligados a tragarse una televisión simplona, sólo orientada
a la obnubilación disfrazada de entretención. Sólo falta que nuestra poco
creativa televisión instale cámaras en Punta Peuco para que veamos el día a día
de algunos reclusos.
La ex miss Fisa 1975 representa
el paroxismo de un relato anacrónico que produce náuseas e insulta la más
elemental inteligencia humana. Ojalá los ejecutivos de TVN pusieran un poco más
de cuidado en la elaboración de sus contenidos, y precaver ciertos conflictos
que en nada contribuyen a la buena convivencia de los chilenos. Eso, siempre y
cuando, las leyes del mercado lo permitan.
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