domingo, 22 de enero de 2012

Acuerdo RN-DC: ¿secreto, inútil o subversivo?


Patricio Araya G.
Periodista


Cada vez que los políticos asumen como cierta la tesis de que la ciudadanía está obligada a tragarse sin mayores cuestionamientos todo lo que ellos verbalizan, cometen un error imperdonable, en especial, si lo que buscan al final del día es recuperar la confianza de las personas en la política. Entonces, ¿en qué cabeza cabría la idea que dos partidos políticos adversarios puedan celebrar algún acuerdo sin que nadie se entere? Imposible. En Chile, tarde o temprano, todo se sabe. O se filtra, como el reciente pacto entre los senadores Carlos Larraín (RN) e Ignacio Walker (DC), ignorado sólo por los habitantes de Tombuctú.

Tras el anuncio, tanto en el Gobierno como en la Concertación, se habló de deslealtad (sólo para los medios) de sus respectivos aliados respecto al secretismo con que se gestó la idea que pretende reemplazar el sistema presidencialista por uno semi presidencial, con un primer ministro a modo de fusible, aunque con matices. En efecto, en la UDI se mostraron dolidos por la jugada de sus socios estratégicos, como el jefe de la bancada de diputados Felipe Ward, quien calificó la instancia como “un paso en falso”; mientras que su presidente, el senador Juan Antonio Coloma, acusó “un fuerte golpe al Gobierno y a la Alianza”. Coloma fue más allá. "Yo pido una explicación. La Coalición vive un momento muy difícil, no cabe duda que aquí el presidente de Renovación Nacional, al llegar a un acuerdo sin preguntarle ni explicarle al Gobierno ni a su partido aliado, obviamente ataca la unidad de la Coalición", aseguró. Por su parte, en la oposición algunos se manifestaron “sorprendidos”, pero no molestos, pues como sostiene el diputado Osvaldo Andrade, fue el propio Presidente Piñera quien instó a los dos bloques a trabajar juntos en materias como la contenida en el documento RN-DC.

En rigor, ni tan dolidos y ni tan sorprendidos. Dolidos podrían estar en la disidencia de RN –cuya postura pierde fuerza frente a la movida del presidente del partido–, o los más alejados del círculo de hierro del gremialismo, pues, sus líderes principales –según le confesó la senadora Soledad Alvear al periodista Matías del Río en Chilevisión– fueron sondeados sin éxito antes que la directiva de Renovación Nacional, con miras a avanzar en la reforma política más importante de los últimos años. De modo que los coroneles sabían de las conversaciones con la DC. En tanto, en la Concertación también existía información detallada de que se estaba fraguando el documento con parte del oficialismo, así es que de sorpresa, la noticia tenía muy poco. En el resto de la Concertación también estaban informados. Una negociación de semejante envergadura no puede pasar inadvertida para las cúpulas.

En efecto, días antes que los presidentes de la Democracia Cristiana y de Renovación Nacional lo dieran a conocer, el senador democratacristiano Andrés Zaldívar, en compañía del secretario general de su partido, Víctor Maldonado, concurrieron hasta la residencia de un importante personero socialista, donde se reunieron con un selecto grupo de esa colectividad. El objetivo era informarles sobre las conversaciones del PDC con RN.

A la exclusiva cita concurrieron el presidente del PS, el diputado Osvaldo Andrade (uno de los “sorprendidos”); el diputado Marcelo Schilling; el ex senador Ricardo Núñez (presidente del Instituto Igualdad); el ex ministro del Trabajo Ricardo Solari (Igualdad); el senador Camilo Escalona; el diputado Carlos Montes; el ex parlamentario Jaime Estévez; el ex embajador en Argentina, Luis Maira; el encargado electoral de la colectividad Mahmud Aleuy; el director ejecutivo de Igualdad, Ernesto Águila, y el mismísimo secretario general de la OEA, José Miguel Insulza.

En lo concreto, el mentado pacto implica un segundo acuerdo tácito: dado que con la UDI se torna muy difícil acordar cambios al sistema binominal, los parlamentarios elegidos el próximo año tienen que comprometerse a crear una nueva Constitución. El primer paso ya estaría en marcha: aislar a la UDI, partido que se niega a despinochetizar la actual Carta Fundamental. “Renovación Nacional se quiere operar de una vez por todas del veto que le impone la UDI a cualquier reforma electoral”, asegura una fuente socialista.

Desde ya resulta curioso que el diario “La Tercera” publique este sábado 21 en su cuerpo de Reportajes (pág. 2) una pequeña nota titulada “Militancias políticas aumentan en 10 años”, destacando que RN posee más militantes que la UDI, una verdadera pasada de cuchillo por la herida abierta de estos días. El gráfico destina sus dos primeras barras a RN con sus 93.887 inscritos en sus registros, y al PDC, cuyo padrón alcanza 114.168 militantes, siendo el partido con más adherentes en Chile.

Según el Servel, la Unión Demócrata Independiente con sus 77.443 militantes ocupa el 7º lugar entre los 13 partidos existentes en Chile. Antes que el partido gremialista, los socialistas se ubican en segundo lugar (109.828); tercero queda el PPD (97.440); cuarto RN (93.887); quinto el PRSD (84.571); y sexto el Partido Humanista (84.061). ¿Acaso la información quiere evidenciar que la UDI pesa menos de lo que se supone? Tal vez.

Aunque sus simpatizantes le dan una gran presencia en la Cámara de Diputados –donde el partido de derecha alcanza 39 escaños, y en el mundo municipal, donde es representado por 79 alcaldes– el peso político específico del gremialismo en temas estructurales, como una reforma tributaria o una electoral, bien podría verse disminuido si sus socios cruzan la vereda, y soslayan sus diferencias con parte de la oposición.

Sólo el paso de los días podrá decidir si el consenso RN-DC será un intento inútil de los sectores progresistas por reinventar la forma de representación y la figura de la máxima autoridad política del país, o bien, ser una inusitada subversión de una parte de la derecha liberal que comienza a empoderarse de la idea de renovarse o morir, a manos de un sistema que ya no da para más, y que de no hacer algo pronto, les reventará en la cara.

domingo, 8 de enero de 2012

El plan B de Michelle



Patricio Araya G.
Periodista



Mediante un gesto que raya en el paroxismo político –que sin duda desautoriza de antemano el proceso de primarias planeadas por la oposición, y de paso descarta de plano cualquier otro nombre– el senador Camilo Escalona asegura este sábado 7 en El Mercurio –en relación a la candidatura de Michelle Bachelet– que, “no hay plan B”. Y agrega: “Yo no creo que haya plan B. Es lo realista. ¿Para qué vamos a especular? No gasto mi energía en un plan B”.


De sus palabras se colige que él no es partidario de rebarajar el naipe concertacionista, ni mucho menos, promover un ejercicio democrático que incluya otras voces, siendo la ex mandataria su única opción posible. ¿Para qué especular? O sea, Michelle Bachelet será sí o sí la carta presidencial de la ex Concertación.


Ello denota una tremenda inconsecuencia política, en tanto el parlamentario socialista sostiene en el mismo medio ser partidario de abrir el juego a otras inquietudes, que van desde la dirigente estudiantil Camila Vallejo a el ex Comandante en Jefe del Ejército, general Juan Emilio Cheyre. “Un gobierno de ancha base social. Fuerzas sociales políticas y culturales, no necesariamente organizadas en partidos ni en corrientes políticas”, afirma el futuro presidente del Senado, valorando la “mirada republicana” del general, y la representación de “un sector socialmente excluido” de la líder universitaria.


Quien sí tendría plan B para ¿sorpresa? de Camilo es la propia aludida. Aunque hasta el momento Michelle Bachelet ha dicho poco y nada sobre su futuro político, algunos cercanos, como la ex directora de la Junji Estela Ortiz, en la misma línea del ex ministro Belisario Velasco, la ven en la secretaría general de la ONU. Otros, partiendo por el propio Escalona, esperan por ella en La Moneda.


Eso en lo público, porque en el ámbito partidista más íntimo, algunos quedaron helados con las declaraciones de la secretaria de ONU-Mujeres en la Fundación Clodomiro Almeyda, donde se reunió con la dirigencia socialista para decir un par de cosas antes de Navidad. Su candidatura presidencial –sostuvo la ex mandataria– está sujeta a un reordenamiento interno en las filas concertacionistas, “está harta del desorden”. De no ser así, su retorno a la política contingente sería por otra vía. A la ex presidenta la seduce la idea de ser senadora por Santiago Poniente –zona en la que cuenta con gran arrastre–, cuestión que no tardó mucho en llegar a oídos de los interesados en esa circunscripción, desatando el pánico de saberse fuera.


Para tranquilidad de los potenciales afectados, lo más probable es que Bachelet sea la candidata de la oposición, y se reinstale en La Moneda, aunque tampoco vería con malos ojos saltarse el riesgo de someterse a unas primarias, que más de alguna lonja le sacarían a su popularidad. ¿Será suficiente el golpe en la mesa de la Fundación Almeyda para poner término a la entropía concertacionista?

La importancia de ser segundo


Patricio Araya G.
Periodista



“Ser tercero es perder, ser segundo no es igual que llegar en un primer lugar, voy a ganar, voy a matarme por llegar”. Así cantaba un joven y enfundado Miguel Bosé en el Festival de Viña de 1981. Verano en que el hijo del gran Dominguín ni siquiera imaginaba que veinte años después sería invitado a cenar al palacio de Cerro Castillo, por el entonces presidente Ricardo Lagos, como retribución al apoyo brindado a su campaña de 1999. Treinta y dos años más tarde, en pleno 2013, muchos podrían ser los que se maten por llegar primero a La Moneda, y para lo cual necesitarán algo más que el apoyo de un ídolo popular. Sin embargo, las encuestas aseguran que esa carrera –antes de correrse– la tiene ganada Michelle Bachelet.


Por lo mismo, al interior de la ex Concertación algunos ya empiezan a revalorizar la importancia de ser segundos. Perder pero no llegar a muchos cuerpos del ganador no les parece un mal negocio, ni mucho menos, una mala idea, en especial, en un futuro que requerirá más de liderazgos que de nombres para darle gobernabilidad al país; nuevos paradigmas que le den sustento ideológico a la gestión, que transformen el país.


Conscientes que sus adversarios oficialistas no cuentan con una carta presidencial de fuste que pueda amenazar la opción de Bachelet en los términos descritos –pese a la abultada lista de posibles candidatos, surgidos de tragedias y encuestas varias, y algunos tapados, como el director del CEP Arturo Fontaine, o los empresarios Felipe Lamarca y Juan Claro– en la oposición tampoco se esmeran mucho en levantar candidatos alternativos, pues saben conocen sus carencias, y porque en esta pasada sería estéril tratar de amagar el favoritismo de la ex mandataria, quien sin mover un solo dedo, le gana al que le pongan en el frente interno. Los nombres que día a día saltan a la palestra, no pasan de ser fusibles destinados a blindar a la encargada de ONU-Mujeres.


Entonces, ¿qué sentido tendría una lista de presidenciables opositores sin destino? Más que nutrir la imaginería y alucinación de analistas y columnistas, dicho torrente se enmarca en una bien pensada estrategia para fortalecer el liderazgo implícito de la única que no hecho sino mantener un silencio exasperante. Cartas independientes como el ex ministro de Hacienda, Andrés Velasco –quien ha lanzado su pre candidatura en modo condicional, sujeta a la decisión que tome su ex jefa–, y otros posibles “vinos de la casa”, como el senador radical José Antonio Gómez –apartado en mala lid de la anterior carrera presidencial a manos de unas primarias truchas–, o algunos sub 50 (Rincón, Undurraga), forman parte de un mismo diseño: el retorno a Palacio de “la” carta opositora.


Un poco más allá de la izquierda del arco iris de 1989 –en la Meca misma del mundo extra Concertación, el Juntos Podemos que late en clave PC– también tienen aspiraciones presidenciales.  Sin embargo, aunque el ex ministro Jorge Arrate continúa vigente dentro del sector, no descartan un frente común de la toda la oposición para desbancar a la derecha. Y quién sabe si dentro de la misma lógica también calce el siempre dispuesto senador Alejandro Navarro (MAS). Con todo, la izquierda dispone de un tapado de marca mayor: el historiador Gabriel Salazar, un intelectual que aglutina las viejas y las nuevas generaciones. Mucho más afuera de los márgenes previsibles de la actual oposición, 2013 tal vez sea el año para que Marco Enríquez-Ominami aglutine el descontento social, del que se responsabiliza al gobierno, pero también a la oposición, la que no ha sintonizado con esa parte de la ciudadanía que también pasó a ser oposición. Sin embargo, los posibles candidatos opositores –unos más, otros menos– saben, o sospechan, que lo suyo apenas puede superar la etapa testimonial. Bachelet se ha transformado en una candidata potente, no tanto por sus méritos, sino por la falta de rostros y proyectos.


A la luz de las magras encuestas que acompañan la gestión del Presidente Piñera, es muy improbable que la derecha conserve el poder, no obstante lo bien aspectados que lucen algunos de sus potenciales sucesores, cuestión que a su vez torna impensable la paradoja de la última elección presidencial, donde Frei no pudo capitalizar el favoritismo de Bachelet. Sin embargo, la verdadera paradoja de estos días es que el Mandatario no tiene qué heredar al candidato que represente al oficialismo. Complicado y desastroso a la vez. Desde ya, la reelección se traba a manos de la impopularidad del propio presidente, y a partir de ésta misma, se percibe un caos gubernamental que ni siquiera pueda ser manejado desde los partidos de la coalición.


En este sentido, el con quién y el cómo se gobierna un país no da los mismo. Por eso, la elección de los quiénes, y cómo éstos cogobernarán con Bachelet, es clave para los acomodos en torno al trono, y también muy decidores para darle sentido al reempoderamiento concertacionista, que no pretende repetir la experiencia de la administración precedente, ni tampoco los ripios que desbancaron a la propia Concertación después de veinte años. Cómo gobierne Bachelet después de su paso por Nueva York, qué tan identificada se sienta con el Consenso de Washington y con quiénes decida emprender su cometido, es lo que hoy ocupa a los cerebros de la ex Concertación que están un peldaño más arriba de las meras ambiciones. Allí ya existe plena conciencia que el quid del asunto no es llegar en primer lugar, sino clasificar como “mejor segundo”, e incluso, como “mejor tercero”. Ellos confían en reconquistar el poder, la pregunta que están haciéndose es para qué, y si es que ellos estarán entre los elegidos por la triunfadora.


Gutenberg Martínez, hábil lector de entrelíneas, ya prepara su Operación Retorno/Plan B. La cartita bajo la manga de “El Gute” es su mujer, la senadora Soledad Alvear Valenzuela, quien podría servirle para cualquiera de los dos propósitos venideros. Por una parte, la legisladora es –qué duda cabe– el gran tapado de la oposición, o mejor dicho, la “mejor segunda”; por otra, es la mejor carta concertacionista para asumir una candidatura presidencial en caso que Bachelet desista. Ya sea como senadora reelecta o como presidenciable, la figura e influencia de Alvear serán protagonistas en el futuro inmediato.


El matrimonio Martínez-Alvear ha captado el mensaje subliminal (no público) de Michelle Bachelet, en términos de manejarse dentro del laberinto conspirativo del poder político pos ex Concertación: hay que estar, eso es lo importante. La Concertación ya no existe y lo que la reemplazará será una maquinaria que acaba de salir de la maestranza, aún más compleja de manejar y entender, pequeñas parcelas de poder a cargo de futres nada de humildes tratando de asaltar el castillo de su señor. Con ese desafío al frente, la pareja DC se lanzará a las primarias convencida de la importancia del segundo puesto en la fila: alguien debe escoltar a Bachelet, o reemplazarla.


Por ello, “Gute” sabe que estar dentro del gobierno, en las cercanías del gobierno, o incluso, optar a ser el gobierno, es demasiado importante como para dejarlo pasar. Desde esta perspectiva, el estratega DC rompe la inercia derrotista íntima de la ex Concertación, y con gran sigilo visualiza a su mujer muy próxima a la nueva mandataria –en el gabinete o reelecta como senadora, o como presidenciable– y detrás de ambas, a él mismo, moviendo las piezas del tablero. “Gute”, antes que otros, entiende que si Bachelet arruga, su mujer estará muy bien posicionada para poner su nombre en la plantilla. A no extrañarse entonces que la senadora por Santiago Oriente participe en una primaria simulada de la ex Concertación y llegue justo detrás de la ex presidenta.


Aunque ser segundo no es lo mismo que llegar primero… tampoco es tan malo, deben estar musitando los que ya percibieron que la política también atribuye roles protagónicos y puestos de influencia a los que saben dar la pasada y reverenciar a la reina. Alvear ya le dio la pasada y reverenció a Bachelet en 2005, y ésta lo recuerda con mucho cariño. Entonces, ¿por qué matarse para llegar primero, si igual se puede ganar llegando detracito? Los Martínez-Alvear, a diferencia de ciertos desquiciados que podrían perderlo todo en el intento por desbancar a la candidata más potente del sector, ya saben qué micro tomar. Y dónde sentarse.