jueves, 3 de noviembre de 2011

¿Grecia, vale callampa?
Patricio Araya G.
Periodista

Desde la soberbia centroeuropea, encabezada en esta ocasión por la canciller alemana Angela Merkel, y por el presidente francés Nicolás Sarcozy, reunidos en Cannes con los macanudos del G-20, con toda certeza, ese promontorio de islotes y templos besados por el mar Mediterráneo, conocido como Grecia, vale hongo.

La jefa del gobierno alemán, avalada por su par galo, aseguró este jueves que “importa más el euro que Grecia” –cuestionando su participación en la Eurozona. Sin duda, Merkel –y también Sarkozy– habla desde la arrogancia de aquellos que se creen dueños de la verdad y del mundo, como si el mundo se hubiera fundado el día que ellos nacieron.  ¿Alguien le habrá contado a este par quién fundó su cultura hace 25 siglos?

Esta no es una columna económica. Para eso están los que saben. Tampoco es científica, ni mucho menos, tiene pretensiones historicistas. Sólo pretende proponer una reflexión en torno al verdadero origen de nuestra cultura occidental, que por error solemos asociar con lo centroeuropeo, engrandeciendo todo aquello que tenga ese sello.

Del mismo modo, es bueno detenerse a pensar que la contingencia de un pueblo es apenas un momento de su historia. Por lo mismo, juzgar a la Grecia de estos días por su situación en la Eurozona, puede resultar demasiado reduccionista, y en consecuencia, errático. Grecia es más que un país. Es una cultura de incalculable expansión.

A la Grecia de estos días le debemos algo más que la geometría, el teatro, la literatura, las ciencias, los Juegos Olímpicos, la filosofía, la medicina, la historia, el idioma, la arquitectura, la democracia, le debemos disculpas. Sobre todo las grandes potencias europeas, por arrastrarla a su debacle, por involucrarla en su club de ricos, por dejar de respetarla como la madre de todos, por endeudarla y enredarla en una maraña perversa.

La inclusión de Grecia en la Eurozona fue una forma de neocolonialismo económico. Podría decirse que su membresía es como la del vecino ilustrado, pero de pocos recursos, que es empujado a pagar las cuotas del club al que asisten los palogruesos del condominio. El resultado era previsible: los chicos siempre son devorados por los más grandes. Ahora las potencias centrales quieren quebrar a Grecia para quedarse hasta con el Partenón. O para salvar su pellejo y evitar los coletazos del efecto dominó. Mucho ojo.

Los orígenes de Merkel son terribles. Sus antepasados bárbaros, los germánicos, destruyeron el Imperio Romano; eran vándalos, salvajes. Tardaron varios siglos en civilizarse, incluso hace poquito nomás volvieron al salvajismo y asesinaron a seis millones de judíos. Los siento por gente decente como Kant, Beethoven, Hesse, Nietzsche, Beckenbauer, Hegel.

Los ascendientes de Sarkozy también tienen lo suyo en materia de nefasto colonialismo, tanto en África como en Medio Oriente. En América dejaron huella, que lo diga Haití, el país más pobre del mundo. Pero, Molière le abona perdón. Gracias Sarkozy por el Siglo de las Luces y por la Revolución Francesa, pero, por favor, deja en paz a los griegos.  

A Grecia, a Aristóteles, a Sócrates, a Platón, a Euclides, a Sófocles, a Heródoto, a Eurípides, a Hipócrates, les debemos humildad y gratitud. De no ser por los griegos, aún viviríamos en la barbarie. ¿Quiénes son Merkel y Sarkozy? Acaso un dato en una página de la historia. De su famoso euro y de su temida crisis, nadie hablará en 2.500 años. De los griegos se seguirá hablando mientras haya mundo que narrar.

Dioses del Olimpo, perdón por la molestia de este breve momento. Ya pasará. Ya pasarán.

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