jueves, 24 de noviembre de 2011

Isla Riesgo

Patricio Araya G.
Periodista

La última edición del programa “Por qué en mi jardín” (TVN) aborda el conflicto generado en isla Riesco (ubicada en la comuna de Río Verde, en la región de Magallanes), frente a la inminente puesta en marcha de un proyecto minero destinado a extraer 73 millones de toneladas de carbón que se hallan bajo el suelo de la isla, cuya principal actividad económica es la ganadería ovina. Los lugareños se oponen, pues, estiman que la extracción afectará la vida de la isla, mientras que la empresa a cargo del proyecto se ampara en la necesidad de surtir la matriz energética nacional con un insumo ultra necesario para ella.
No obstante, a este conflicto le falta un actor, que por lástima ya resulta innecesario para el éxito final de la discusión. Ese actor –los habitantes originales de la isla, los kawéskar– ya no está entre nosotros. Los pueblos indígenas que habitaron la extensa zona patagónica chilena donde se encuentra la isla Riesco, fueron exterminados, y no por guerras tribales ni pandemias, sino por la mano del hombre blanco, europeo, croata, con el burdo pretexto del daño que le hacían a su ganado. Fueron masacrados a gran escala y sus vidas llegaron a valer menos que la de una oveja.
Ignorar esta verdad histórica es miopía, egoísmo, personalismo; retórica pura y particular de una docena de estancieros locales, empoderados de una cultura colonialista que los tiene convencidos que ellos fueron puestos por obra divina en una tierra inhabitada y virgen. De hecho, el reportaje de TVN comienza con imágenes bucólicas de una familia de niños rubios y felices que gozan del paraíso patagón. Es la familia Stipicic.
Es la propia Ana Stipicic, dueña de la estancia Anita Beatriz, quien haciendo caso omiso de la existencia de los pueblos originarios, rememora los orígenes de su familia en el lugar. “Isla Riesco es parte de mi vida, de mis hermanos; ahí llegó mi abuelo, trabajó mi abuelo, sembró; allí vivió mi padre, trabajó, sembró; ahí crecimos, fuimos felices, tuvimos muchas suerte… Hoy isla Riesco está amenazada, va a llegar una de las industrias más contaminantes a la isla, una megamina de carbón a rajo abierto, claramente eso va a cambiar la historia, nuestra historia, nuestra casa, nuestra vida”.
Su hermano Gregor ve en la instalación de las faenas mineras otros riesgos. “¿Por qué estoy en contra?… Primeramente era por un tema que se iba poner acá al lado una tremenda mina a tajo (sic) abierto con un pueblo de 800 personas, y todos sabemos lo que conlleva un pueblo minero, los problemas sociales… empiezas a indagar un poco, a conocer lo qué es el carbón, la explotación, los metales pesados, la contaminación y el daño que se genera… por el tema del viento todos los contaminantes van a caer acá y al mar…”.
Esta no es una columna de trinchera. No pretende tomar parte. Sólo desea introducir una variable ausente hasta el momento. Desde la perspectiva obtusa de la familia Stipicic, que sólo vela por sus intereses patrimoniales, sin duda el exterminio de los kawéskar, tanto en su isla como en toda la vasta Tierra del Fuego, no es un tema ni simbólico ni cultural. No es tema. Ellos están convencidos de ser los habitantes originarios, los que dieron vida a una isla inanimada y estéril; ellos son el pasado, el presente y el futuro de su isla.
¿Acaso los actuales habitantes de isla Riesco tienen un cierto temor –un gran temor– de que la tierra comience a entregar en las primeras excavaciones los restos de los masacrados por la cultura europea que se adueñó de su hábitat? Mucho más que 73 millones de toneladas de material fosilizado, el vientre de la isla, el subsuelo patagónico, alberga un pueblo entero de aborígenes fosilizados, que no tuvieron forma de defenderse de la supremacía eslava católica.
En medio de una reunión mostrada en el reportaje televisivo se lee un letrero que dice: “Sicarios no asesinen isla Riesco”. ¿Qué hay de los asesinatos cometidos en la isla –y en toda Tierra del Fuego– a manos de los croatas que se instalaron en ella para criar ovejas? Sin duda el rasgo cortoplacista de la actual discusión no da espacio a una revisión necesaria, que repare el daño causado a uno de nuestros extintos pueblos originarios, ni tampoco existe ánimo de reconocer que gran parte de la riqueza de los estancieros magallánicos, se construyó sobre las cenizas de una forma de vida tan básica, que ni siquiera pudo imaginar que esas tierras algún día darían tanto fruto.
Para los medios de comunicación, la belleza física de la representante de la familia Stipicic, representa un valor agregado del conflicto, émulo de lo que significa la imagen de Camila Vallejo, desde el punto de vista mediático, en la coyuntura estudiantil, pero que no contribuye sino a elevar el rating, relativizando el fondo del asunto. Ello es otra arista de la miopía con que suele interpretarse nuestra historia, nuestro devenir. Aquí se extraña una discusión holística, que incluya a otros, no sólo personas y empresas, matriz energética y desarrollo económico, medioambiente y sustentabilidad, también un poco de antropología y de revisionismo histórico.

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