domingo, 14 de julio de 2013

Ena morada

Patricio Araya
Periodista
@patricioaragon

Luego que este sábado La Tercera publicara en su suplemento El Semanal un extenso reportaje sobre los años de la senadora designada Ena Von Baer en La Araucanía, resulta inevitable hacerse la pregunta de si este tipo de relatos periodísticos son pagados por los interesados, o sólo obedecen a una buena praxis del periodismo escrito, que no pretende sino –se supone– informar a los lectores dominicales.

La autora del reportaje recorre cada uno de los lugares y detalles que marcan los veinte años de la ex ministra en la zona mapuche… Ena von Baer vivió hasta los 19 años en La Araucanía: cuatro años en Gorbea, el resto en Cajón. Vivía en el fundo familiar, iba a comunidades mapuches, fue a una escuela rural con niños que venían de allí, compartía con alemanes en Temuco que no entendían nada de eso. Se daba cuenta de los mundos distintos de la zona. Dice que no existía la violencia actual, pero ya se sentía la división”. Al cabo, una historia personal, privada, narrada desde las páginas siempre influyentes de un medio afín, que más bien parece un publirreportaje.

Coincidencia o no, lo cierto es que dos días antes de la referida publicación, la parlamentaria reemplazante de Pablo Longueira en Santiago Oriente, se anotó una estrepitosa derrota política, tras la renuncia de la modelo Carla Ochoa a su cargo de concejala por Peñalolén.

La modelo, quien fuera avalada en su postulación al municipio por el diputado UDI Gustavo Hasbún y por la propia Von Baer, se presentó en la oficina de la alcaldesa Carolina Leitao para comunicarle su renuncia al Concejo Municipal, poco antes de cumplir dos meses en el cargo. “He comprendido en estos cortos meses –explica Ochoa–, que la política hay que dejársela a los políticos y en este campo, tengo cero empatía y nulo interés por ella”.  

Queda claro que la muchacha es sincera. En menos de dos meses Ochoa comprende que está en el lugar equivocado y que ella es la persona inapropiada, y lo que es peor, confiesa su nula empatía e interés por la política, denunciando de paso que la dejaron sola, a la deriva en un Concejo en el que ella se siente ajena.

“Solo les pediría en estos momentos que entiendan mi decisión y comprendan que es difícil tener éxito en esta gestión cuando se es minoría en un Concejo Municipal, cuando no se tiene apoyo de ninguna índole, cuando no se cuenta con los medios para solucionar los problemas de la gente, cuando te ganas las antipatías por representar a una coalisión (sic) siendo Independiente políticamente, y cuando no te entienden que tus deseos han sido siempre ayudar sin mirar el color político de las personas”, asegura la ex novia del hermano del Presidente Piñera.

¿Cuál es la responsabilidad que le cabe a quienes patrocinaron la candidatura de una persona, cuya evidente falta de preparación para desempeñar un cargo de elección popular, era de público conocimiento? Es aquí donde se extraña la locuacidad de la ex vocera Ena von Bar, experta en echarle la culpa de todo a alguien. Es ella quien debiera ponerse morada de vergüenza frente a quienes en pocos días más saldrá a jugarse su permanencia en el Senado, al que llegó sólo por la circunstancia de haber reemplazado a Pablo Longueira, quien asumió como ministro de Economía. Pero, con toda seguridad, Ena no está disponible para asumir el error, en primer lugar porque no lo considera un error, y en segundo, porque, de haber uno, el responsable sería el diputado Gustavo Hasbún. Para Ena –para la UDI– los nombres no cuentan, lo que sirve es el relato de una historia entretenida que el populacho compre sin cuestionamientos. El fin ulterior de la derecha criolla no es el servicio público, sino el interés partidista.

Carla Ochoa bien podría representar el empecinamiento, la tozudez, la avidez, incluso, la codicia, con que la UDI pretende copar los espacios disponibles para ejercer el poder político. ¿Sabían en la UDI que Carla Ochoa no era más que un rostro televisivo? Por cierto que lo sabían. ¿Lo sabía la misma Ena? Por cierto que lo sabía. ¿En la UDI veían en ello una ventaja política? Claro que la vieron. De lo contrario, jamás la habrían avalado. En rigor, el botín es el cupo en el Concejo Municipal, sin importar quién lo ostente. Los partidos políticos –y en esto la UDI no está sola– apuestan por poner a uno de los suyos en esa avanzada de poder. Lo demás viene solo. También sucede en la Cámara de Diputados, donde personajes como René Alinco sobreviven sin pena ni gloria.

Morada debiera ponerse Ena cuando en los próximos días la gente le pregunte en los puerta a puerta por esa chiquilla que ella andaba presentando el año pasado por la comuna. Esa, la rubiecita que andaba con el Negro Piñera y después con Pato Laguna, esa pues, la Carlita, a la que le dimos el voto y antes de cumplir dos meses se aburrió y se fue, ¿se acuerda, Enita? Con certeza Ena tragará saliva y pondrá cara de circunstancia, y con la misma rigidez no dudará en sobar el hombro de alguna preguntona para pedirle que ponga un cartel de ella en su patio y que no olvide votar por ella en la primaria de la derecha, y no por Iván Moreira que también quiere ser senador por Santiago Oriente.

Lo triste es que la UDI no escatima en apoyar rostros faranduleros para hacerse del poder, como la ex conductora de televisión Andrea Molina. También apoya personajes con escasa instrucción, como la alcaldesa de Viña del Mar, una pinochetista “londinense” a la que se le cuestiona la obtención en tiempo record de su licencia de enseñanza media en una escuela de Colina, donde su colega Mario Olavarría le dio las facilidades para cursar desde 3º básico a 4º medio en una tarde. En fin, hay que reconocer que ella es hábil. Si no entiende lo que lee o firma, tiene un extraordinario equipo asesor que le hace muy bien la pega. Se sabe que ella reina, pero no gobierna.


Eso a la UDI no le preocupa, sí le interesa el poder, sin importar que para conquistarlo se valga de figuras apolíticas o fundamentalistas temerarios, porque una vez conquistado, todo se puede arreglar. A la pobre Carlita nadie le explicó que la pega no era para nada complicada, sólo tenía que asistir a las sesiones del Concejo y ser simpática con sus colegas. De lo demás, llámese negociaciones, maquinaciones, arreglos, etcétera, se encargaría el partido. Ahí falló la Ena, ella tenía que tranquilizar a la Carlita, darle su Armonyl para que aguantara en Peñalolén. Mal Ena, por eso, ponte morada.

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