Ena morada
Patricio
Araya
Periodista
@patricioaragon
Luego que este sábado La Tercera publicara en su suplemento El
Semanal un extenso reportaje sobre los años de la senadora designada Ena Von Baer en La Araucanía, resulta inevitable hacerse la
pregunta de si este tipo de relatos periodísticos son pagados por los
interesados, o sólo obedecen a una buena praxis del periodismo escrito, que no
pretende sino –se supone– informar a los lectores dominicales.
La autora del reportaje recorre cada uno de los lugares y
detalles que marcan los veinte años de la ex ministra en la zona mapuche… “Ena von Baer vivió hasta los 19 años en La Araucanía: cuatro años en
Gorbea, el resto en Cajón. Vivía en el fundo familiar, iba a comunidades
mapuches, fue a una escuela rural con niños que venían de allí, compartía con
alemanes en Temuco que no entendían nada de eso. Se daba cuenta de los mundos
distintos de la zona. Dice que no existía la violencia actual, pero ya se
sentía la división”. Al cabo, una historia personal, privada, narrada desde
las páginas siempre influyentes de un medio afín, que más bien parece un
publirreportaje.
Coincidencia o no, lo cierto es que dos días antes de la referida
publicación, la parlamentaria reemplazante de Pablo Longueira en Santiago
Oriente, se anotó una estrepitosa derrota política, tras la renuncia de la
modelo Carla Ochoa a su cargo de concejala por Peñalolén.
La
modelo, quien fuera avalada en su postulación al municipio por el diputado UDI
Gustavo Hasbún y por la propia Von Baer, se presentó en la oficina de la
alcaldesa Carolina Leitao para comunicarle su renuncia al Concejo Municipal,
poco antes de cumplir dos meses en el cargo. “He comprendido en estos cortos meses –explica
Ochoa–, que la
política hay que dejársela a los políticos y en este campo, tengo cero empatía
y nulo interés por ella”.
Queda claro que la muchacha es sincera. En
menos de dos meses Ochoa comprende que está en el lugar equivocado y que ella
es la persona inapropiada, y lo que es peor, confiesa su nula empatía e interés
por la política, denunciando de paso que la dejaron sola, a la deriva en un
Concejo en el que ella se siente ajena.
“Solo
les pediría en estos momentos que entiendan mi decisión y comprendan que es difícil tener éxito en esta gestión
cuando se es minoría en un Concejo Municipal, cuando no se tiene apoyo de ninguna
índole, cuando no se cuenta con los medios para solucionar los problemas de la
gente, cuando te ganas las antipatías por representar a una coalisión (sic)
siendo Independiente políticamente, y cuando no te entienden que tus deseos han
sido siempre ayudar sin mirar el color político de las personas”, asegura la ex
novia del hermano del Presidente Piñera.
¿Cuál es la responsabilidad que le cabe a
quienes patrocinaron la candidatura de una persona, cuya evidente falta de preparación
para desempeñar un cargo de elección popular, era de público conocimiento? Es
aquí donde se extraña la locuacidad de la ex vocera Ena von Bar, experta en
echarle la culpa de todo a alguien. Es ella quien debiera ponerse morada de
vergüenza frente a quienes en pocos días más saldrá a jugarse su permanencia en
el Senado, al que llegó sólo por la circunstancia de haber reemplazado a Pablo
Longueira, quien asumió como ministro de Economía. Pero, con toda seguridad,
Ena no está disponible para asumir el error, en primer lugar porque no lo
considera un error, y en segundo, porque, de haber uno, el responsable sería el
diputado Gustavo Hasbún. Para Ena –para la UDI– los nombres no cuentan, lo que
sirve es el relato de una historia entretenida que el populacho compre sin
cuestionamientos. El fin ulterior de la derecha criolla no es el servicio
público, sino el interés partidista.
Carla Ochoa bien podría representar el
empecinamiento, la tozudez, la avidez, incluso, la codicia, con que la UDI
pretende copar los espacios disponibles para ejercer el poder político. ¿Sabían
en la UDI que Carla Ochoa no era más que un rostro televisivo? Por cierto que lo
sabían. ¿Lo sabía la misma Ena? Por cierto que lo sabía. ¿En la UDI veían en
ello una ventaja política? Claro que la vieron. De lo contrario, jamás la
habrían avalado. En rigor, el botín es el cupo en el Concejo Municipal, sin
importar quién lo ostente. Los partidos políticos –y en esto la UDI no está
sola– apuestan por poner a uno de los suyos en esa avanzada de poder. Lo demás
viene solo. También sucede en la Cámara de Diputados, donde personajes como
René Alinco sobreviven sin pena ni gloria.
Morada debiera ponerse Ena cuando en los
próximos días la gente le pregunte en los puerta a puerta por esa chiquilla que
ella andaba presentando el año pasado por la comuna. Esa, la rubiecita que
andaba con el Negro Piñera y después con Pato Laguna, esa pues, la Carlita, a
la que le dimos el voto y antes de cumplir dos meses se aburrió y se fue, ¿se
acuerda, Enita? Con certeza Ena tragará saliva y pondrá cara de circunstancia,
y con la misma rigidez no dudará en sobar el hombro de alguna preguntona para
pedirle que ponga un cartel de ella en su patio y que no olvide votar por ella
en la primaria de la derecha, y no por Iván Moreira que también quiere ser
senador por Santiago Oriente.
Lo triste es que la UDI no escatima en apoyar
rostros faranduleros para hacerse del poder, como la ex conductora de
televisión Andrea Molina. También apoya personajes con escasa instrucción, como
la alcaldesa de Viña del Mar, una pinochetista “londinense” a la que se le
cuestiona la obtención en tiempo record de su licencia de enseñanza media en
una escuela de Colina, donde su colega Mario Olavarría le dio las facilidades
para cursar desde 3º básico a 4º medio en una tarde. En fin, hay que reconocer
que ella es hábil. Si no entiende lo que lee o firma, tiene un extraordinario
equipo asesor que le hace muy bien la pega. Se sabe que ella reina, pero no
gobierna.
Eso a la UDI no le preocupa, sí le interesa el
poder, sin importar que para conquistarlo se valga de figuras apolíticas o
fundamentalistas temerarios, porque una vez conquistado, todo se puede
arreglar. A la pobre Carlita nadie le explicó que la pega no era para nada
complicada, sólo tenía que asistir a las sesiones del Concejo y ser simpática
con sus colegas. De lo demás, llámese negociaciones, maquinaciones, arreglos,
etcétera, se encargaría el partido. Ahí falló la Ena, ella tenía que
tranquilizar a la Carlita, darle su Armonyl para que aguantara en Peñalolén.
Mal Ena, por eso, ponte morada.
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