Longueira… el próximo Pedelaerre
Patricio Araya
Periodista
@patricioaragon
Longueira
–el duro, el pragmático, el amo y señor del tablero parlamentario de los
rubiecitos y de los dirigentes poblacionales, el coronel que ahora sí tiene
quien le escriba, el aglutinador del amor/odio del gremialismo, el que tiene
línea directa con el purgatorio, el gran tapado de la UDI Popular, el ungido,
al fin– no va ser el próximo Presidente de la República por los méritos del
actual gobierno, ni porque la derecha sea la mejor alternativa para el país; ni
siquiera por sus propios méritos. Longueira será Presidente de Chile por una
sola razón: según la alternancia pactada a inicios de los noventa, entre
vencedores y vencidos del 73 y del 88, esta vez le toca a la UDI. No a los
independientes (A esos nunca les tocará). Ya le tocó dos veces a la DC, dos al
PS, una a RN. Es el turno de la UDI. No sólo eso: Longueira también gobernará
con mayoría parlamentaria.
El ex
senador es el salvador de la DC, y sin DC no hay Concertación; él es el cardenal
primado de la UDI, y sin UDI no hay Alianza. Golborne no era nada de eso. En
verdad, Laurence estuvo todo este tiempo guardándole el puesto en la fila a
Longueira, haciendo tiempo, jugando con Andrés a ser pre candidatos mientras
Pablo estaba ocupado siendo ministro –un gusto que no se había podido dar antes
porque estaba oficiando de diputado primero, y luego de senador. Longueira no
le va a propinar una derrota de aquellas a Allamand para humillarlo, sólo lo
sacará del camino con un breve gesto de superioridad.
Luego va a exigir sus
fichas para el juego. Esta vez le toca a la UDI, y él es mejor representante de
su partido. El pater familias, el
único capaz de acallar a los díscolos, el que decidió que en la UDI no hay
primarias parlamentarias, porque de eso se encargará él. Allamand será
compensado con algún ministerio o una embajada top, lo que quiera su señora,
total ella es de la UDI y tiene derecho a elegir.
De acuerdo a
la rotación del poder establecida al amparo del consenso noventero, a la UDI le
corresponde el próximo período presidencial. Para el caso, da lo mismo quien
gobierne. En Chile lo que se hace es administrar un modelo económico que
funciona al alero de una Constitución y unas leyes que dan vergüenza. Eso es
todo. Que lo haga cualquiera de los miembros del “club de la unión”, la
Concertación o la Alianza, es irrelevante; ambos tienen enormes coincidencias
programáticas. Ninguno es partidario de una Asamblea Constituyente. No
obstante, dentro de los dos conglomerados hay pugnas de poder; caudillismos.
En agosto de
2009, el candidato del entonces oficialismo, Eduardo Frei, olía a gladiolos.
Lejos de tomar la medida lógica de reemplazarlo para evitar el bochorno, los
dirigentes de la Concertación arrastraron su hedor hasta la derrota final. Algunos
eran partidarios de la derrota, entre ellos el senador Girardi. La única lógica
posible para explicar y entender esa actitud obcecada, es el compromiso por la
alternancia. La Concertación ya llevaba cuatro gobiernos consecutivos, y la
Alianza sentía que ya era hora de un cambio de sillas. Por lo mismo, el arribo
de Piñera a La Moneda tampoco fue gracias a sus méritos, sino por mera
alternancia. Esta no es la hora de Allamand, tampoco la de Renovación Nacional.
Ello explica porqué Piñera liberó a su ministro de Economía para ponerlo en la
grilla de largada.
Que Golborne
haya sido pre candidato independiente de un partido católico, siendo agnóstico,
y luego sacrificado en vivo y en directo a través de los medios de comunicación
por los coroneles de Chacarillas, tiene mucho sentido dentro de la lógica de la
alternancia pactada. Desde ya, su mayor debilidad era su condición de no
militante, un fusible que la UDI instaló a sabiendas que reventaría cuando
fuese necesario. Y ese momento llegó según lo planeado. Por lo mismo sería
ingenuo aceptar, de buenas a primeras, la versión oficial del desistimiento de
Golborne.
Resulta
obvio que detrás de la decisión del ex ejecutivo operó la derecha más dura y
reaccionaria. Es curioso que la resolución de la Corte Suprema contra Cencosud,
en un juicio que data de 2006 –cuando Golborne era gerente del retail–, así
como el descubrimiento de sociedades y capitales en paraísos fiscales que posee
el ahora ex abanderado, hayan surgido a cuatro días del vencimiento del plazo para
la inscripción de las candidaturas para las primarias del 30 de junio; a lo que
se suma que esta última información no fue lanzada por cualquier medio de
comunicación, sino por uno perteneciente al empresario Agustín Edwards, un
hombre clave por su poder político en las sombras (recuérdese su activa participación en el
golpe de Estado y en la Operación
Colombo). En efecto, fue el diario El Sur de Concepción
el que el pasado 28 de abril dio el golpe periodístico que acabó con las
aspiraciones presidenciales del ex ministro, quien ya venía complicado por el
fallo judicial que comprometió su credibilidad.
Al cabo, la
decisión de llevar a un UDI de verdad, siempre estuvo tomada. Golborne sólo fue
utilizado, la verdadera candidatura siempre tuvo grado de coronel. El ahora ex
ungido no es más que un fusible quemado que no se puede usar de nuevo. ¿O acaso
en la UDI piensan que los estándares exigibles a un senador son inferiores a
los de un candidato presidencial?
Y aunque la
nominación de un independiente y agnóstico como el ex MOP, fue un buen intento
de la UDI por transmitirle al país una señal de inclusión y tolerancia
religiosa, la doctrina pudo más. La UDI no estaba dispuesta a utilizar un
outsider agnóstico para la jugada más esperada de su historia. Es ahora cuando
la derecha económica siente que ha llegado el momento de trasladar sus oficinas
a La Moneda. Longueira es el hombre que necesitaba la derecha dura para
gobernar en tiempos que se avizoran como agitados en lo social, e inciertos en
lo económico, de prosperar las demandas de trabajadores, estudiantes y sociedad
civil organizada.
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